(Sapristi-Roca
Libros)
El título ya dice
bastante. Este cómic trata de las andanzas de unos cuantos chavales heavies
vecinos en un indeterminado barrio de Madrid en 1986. Todo un ejercicio de memoria
y de nostalgia.
El libro se estructura
a lo largo de diez capítulos. En cada uno de ellos de una forma o de otra
aparecen canciones de la época, que luego son recordadas y analizadas por el
autor antes de pasar al siguiente episodio. A los protagonistas les sucede de
todo. Problemas familiares, laborales, escolares… y también grandes momentos de
evasión y diversión.
Sólo quienes vivimos
aquellos años podemos reconocer la perfecta reconstrucción de esa irrepetible
época. Incluso nos refresca cosas que ya teníamos olvidadas. Las grabaciones en
cintas de cassette, el Discoplay de Los Sótanos de la Gran Vía, cómo comprábamos
los discos sin antes haberlos escuchado, los vídeos Beta, las litronas en los
parques, la inexcusable cita semanal en la discoteca Canciller… También la distancia nos hace darnos cuenta de las
estupideces que sin darnos cuenta cometíamos, como sentarnos en los respaldos
de los bancos o en el suelo del metro. Y de paso advertimos que en algunas
cosas cualquier tiempo pasado fue peor, como la imposibilidad de avisar ante un
imprevisto por la inexistencia de teléfonos móviles, o el puñetero y felizmente
extinto servicio militar.
Una pena que el dibujo
tan simple y esquemático no esté a la altura. El otro aspecto negativo es que
el autor termina cayendo en muchos de los tópicos de siempre. No todos los
heavies vivíamos en familias desestructuradas, ni odiábamos el barrio donde
vivíamos, ni abandonábamos los estudios a las primeras de cambio.
No es la primera vez
que se reflejan en cómic las vivencias de los heavies de los 80. Ya en el mismo
1986 aparecieron en la revista A Tope las
historietas de La Basca Que Más Casca,
de Jaime Martín. A diferencia de la
presente obra, la acción transcurría en Barcelona y el tono era de humor
gamberro. Poco después los mismos personajes pasarían a El Víbora, siendo rebautizados como Los Primos Del Parque, y sus catastróficas aventuras continuaron a
lo largo de los años 90. De esa segunda etapa se editaron tres álbumes que no
son muy difíciles de encontrar hoy en día.
Las comparaciones son odiosas, pero que Jaime Martín dibuja mejor que Miguel
B. Núñez está fuera de toda discusión.
Al recoger aspectos de
la vida cotidiana, en realidad no hay un final claro. Puede ocurrir que en un
futuro el autor decida emprender secuelas y puede que no. Aunque el resultado
no sea perfecto, la idea es muy válida y corrigiendo algunas cosas estaría muy
bien que tuviera continuidad.
Nacho
Jordán